martes, 26 de abril de 2011

4 sencillas claves para comprender la evolución y evitar la charlatanería

Los creacionistas, como todos los charlatanes de feria, utilizan tácticas de debate basadas en el despiste y la confusión. Del mismo modo que un trilero apunta con su dedo a una carta sobre la mesa mientras sutilmente pone sobre el mazo la que llevaba escondida en la palma de la mano, el charlatán intentará despistarte con falsos detalles y trucos dialécticos. Por ejemplo, suelen decir con mucha vehemencia que existe una gran controversia en la comunidad científica acerca de la veracidad de la teoría de la evolución. El truco es decirlo con gesto serio, como si supieran muy bien de lo que están hablando y lo hubieran leído en la última entrega del Scientific Fullofshit Digest Magazine que reciben por suscripción desde los 12 años. Esto de la controversia, además de ser una falacia de falsa apelación a la autoridad, es una soberana gilipollez que se han sacado de la manga -o que le han oído decir a otro que les vendió el cuento con la misma vehemencia y lo están repitiendo como loritos- ya que, precisamente, si existe un campo de la ciencia en el que toda la comunidad está de acuerdo -incluso en disciplinas distintas como la biología, la paleontología o la genética- este campo es, precisamente, la evolución. No solo no hay tal controversia, sino que goza de una completa unanimidad.

Como decía, el truco del charlatán consiste en distraer tu atención y hacerte dudar por un momento. Por eso es importante para su charlatanería mantener el gesto serio, como si realmente supiese de lo que está hablando -que no tiene ni puta idea- mientras intenta distraerte con esa sensación de falsa sabiduría para que pienses que a pesar de la primera impresión que te ha causado al soltar esa majarada del diseño inteligente, parece estar muy puesto en el tema. En realidad, lo que ha hecho es pillarte con la guardia baja porque, sencillamente, nadie va por la vida en constante alerta contra creacionistas, homeópatas, testigos de jehová, adivinos, revisionistas y gilipollas con obsesión por la última palabra. Y aunque no exista una clave universal -un contra-truco, por así decirlo- que sirva para detectar y desmontar estas tonterías instantáneamente, el respirar hondo y pararse a pensarlas ayuda bastante. El charlatán juega mucho con la acumulación de sorpresas: una vez te ha cogido con la guardia baja y te ha colado una de sus tonterías intentará colarte otra enseguida antes de que te de tiempo a procesar la primera y reaccionar. Si te coge desprevenido y aceptas que el barco es un animal acuático, te colará también el submarino, la boya, el tapón de corcho, la tabla de surf y el flotador que usaba su puta madre cuando naufragó en el Titanic. Si detectas una falacia, es importante no pasarla por alto ni dejar que avance en esa dirección.

lunes, 18 de abril de 2011

¿Utopía?

El concepto utopía designa la proyección humana de un mundo idealizado que se presenta como alternativo al mundo realmente existente, ejerciendo así una crítica sobre éste. (Fuente: Wikipedia)
Pretender que el mundo no está en constante cambio es negar la luz del sol en un día sin nubes. Pretender que los cambios no pueden ser para mejor es tan poco realista como pretender que no pueden ser para peor. El futuro es incierto, pero tenemos la capacidad de moldearlo. Un futuro mejor no es una utopía, sino un hecho posible que depende de nosotros.

El presente de hoy es siempre la utopía de ayer. Cada vez disponemos de mas medios, de mejores herramientas y de mayor acceso a la información, no ya respecto a la infancia de nuestros abuelos, sino respecto a una sola década atrás. En la época de nuestros abuelos, las utopías eran cosas que ahora damos por hechas y nos parecen incluso obvias: lavadoras eléctricas, aire acondicionado, una vacuna contra la hidrofobia, agua oxigenada, un grifo con agua caliente y otro con agua fría para que las puedas mezclar a tu gusto y ducharte a una temperatura adecuada... Casi todo lo que damos por sentado en nuestro cómodo presente fue una utopía en el pasado y para que se convirtiese en realidad hubo en algún momento personas audaces que buscaron la forma de llevar esas ideas a la práctica. Pero el primer paso para llevar hacia la realidad a esas ideas utópicas no consistió en negarlas de entrada, ni tampoco en afirmar que eran posibles. Para convertirlas en realidad hubo que preguntarse una y otra vez como serían posibles hasta dar con una forma de realizarlas.

lunes, 11 de abril de 2011

La Prisión Interior (Elogio del Ateísmo)


Hace algunos años, me encontraba yo explicándole a uno de esos castellanohablantes estrictamente monolingües una curiosa particularidad de la blasfemia en catalán. Y es que, al ser la palabra deu polisémica, dependiendo del contexto lo mismo puede significar dios que puede significar diez. De este modo, cuando alguien dice cagondeu (abreviatura de "me cago en deu") nunca sabes si se está cagando en dios o si se está cagando en diez.

Hasta aquí, lo que no deja de ser una curiosidad de sobremesa para amenizar la hora del cortado de media mañana. Lo que realmente me sorprendió fue la inesperada reacción de mi interlocutor. Se quedó en blanco unos segundos, como intentando procesar el dato y al final dijo: 

- Seguro que lo dicen para hacerse los valientes, pero por dentro están pensando "diez".

Esto lo soltó, todo convencido y sin pestañear, un hombre hecho y derecho de unos 34 años. Me quedé alucinado con la respuesta y estuve dándole vueltas en mi cabeza durante horas. Decir algo así, y decirlo en serio tras haber meditado unos segundos, implica creer que una entidad inteligente está monitorizando tus pensamientos las 24 horas del día y que si te atreves a insultarle en público, o en privado, te castigará por ello. De hecho, y esto es lo que realmente me alucina, el insulto en si es grave, pero no es lo mas grave. Si hicieras como que le insultas en voz alta pero interiormente pensaras en otra cosa, estarías libre de pecado. El pecado, la ofensa, no sería tanto el exabrupto en sí, sino el hecho de haber pensado en ello.

miércoles, 6 de abril de 2011

(Re)tardofranquismo - 1ª parte

Si esto no es fliparse, que baje una bola de
tallarines con dos albóndigas por ojos y lo vea
Cada vez que resintonizo la TDT, me paso un buen rato borrando -por enésima vez- todos los canales de telebasura nacionalcatólica y tardofranquista. Y a medida que voy pasando canales y viendo como en sus pútridas tertulias vomitan ese interminable discurso de odio y bilis digno de la cantina de un manicomio, me quedo anonadado admirando con la boca abierta la convicción y el entusiasmo que ponen en todos y cada uno de sus rebuznos.

La apología del franquismo, a diferencia de las apologías del terrorismo de otros signos, está tolerada en este país e incluso goza de un cierto apoyo popular en ciertos sectores de la población. Tal vez sea por causa de este soporte, y de una transición hecha de aquella manera, que todavía no se ha legislado en serio un punto final de la dictadura y por esa razón no conseguimos quitarnos de encima ese aroma a alcanfor revenido del Franquismo sociológico. Y es que, a diferencia de otros países occidentales con verdadera tradición democrática, aqui todavía disfrutamos de un vacío legal que permite fundar partidos políticos, manifestarse de uniforme haciendo el saludo romano o vender todo tipo de merchandising de lo mas surrealista y delirante. Si se te ocurre hacer esto mismo pero con apologías de la Jihad, de la ETA o del nazismo alemán tendrás serios problemas, pero el franquismo y la iglesia católica gozan de una amplia inmunidad que les permite decir cualquier cosa, por burra que sea en cualquier medio público con total impunidad.